viernes, 3 de febrero de 2012

LA VERDADERA HISTORIA DE MARIANO MORENO


La verdad es que Mariano Moreno, este pálido prócer de la historia argentina, que ha acaparado casi  toda la gloria de la Revolución de Mayo, no pensó nunca ser numen de nada.  Su aspiración de buen padre de familia –bonus pater vir, como decían los romanos- fue vivir en el seno de los suyos, en el sosiego de sus libros, labrándose una desahogada posición, con su clientela de ricos propietarios y curas en pleito con su obispo.  A lo menos así nos lo pinta su primer biógrafo.
Pero como después de muerto, a los siete u ocho meses de vida pública, lo han hecho estandarte de una tendencia sus panegiristas se encuentran en el compromiso de agregarle algunos hechos más eminentes, atribuyéndole escritos que no escribió, palabras que no pronunció, hazañas que no realizó.
No queremos decir que haya nacido bajo el signo de la mentira, ya que él no es culpable de las opulentas biografías que le han fabricado cuando él ya no estaba en condiciones de protestarlas.
Esto le ha ocurrido merced no a las calidades, sino a las deficiencias de su temperamento.  Lo han semiendiosado los que no lo conocieron porque es el hombre de aquellos tiempos heroicos, que mejor conjuga las tres negaciones modernas.
Se le atribuyen los tres odios que agitan al mundo actual: odio “a la casta militar”, odio a la religión , odio a la jerarquía.
Por lo menos el odio a la jerarquía, especialmente la de los reyes, parece que no lo tuvo tan arraigado, ya que fue contertulio y asesor o consejero del Virrey hasta las vísperas mismas de aquel 25 de Mayo, que sólo conoció al anochecer; y fue partidario del Rey hasta el día mismo de su muerte en alta mar, como que tal desgracia lo sorprendió llevando en el bolsillo, además de 20.000 pesos fuertes, que le había hecho entregar Saavedra, una credencial de Embajador del Rey de España (“el amado Fernando”, lo llama él en cierto), para ante el Rey de Inglaterra, Jorge III, que entonces era gran amigo de España.
¡El amado Fernando!  Subrayemos esta palaciega expresión que más de una vez hallaremos en los papeles firmados por el fundador de la democracia argentina.
Sus panegiristas sólo citan de él frases airadas y copetudas, a menudo inventadas por ellos o escritas por otras plumas; pero su lirismo tenía vibraciones enternecedoras cuando se refería a su amado Señor.
Lo que sus biógrafos quieren no es relatar su vida sino inventarle una arrogante figura, que corresponda al grandioso papel que después de muerto debe desempeñar.
Quieren hacerlo pasar por el “espíritu de la Revolución de Mayo” y en efecto, lo es para una cantidad de gentes muy alejadas entre sí, al parecer, como los laicistas, o los masones, o los comunistas y hasta los anticuados energúmenos que querrían “ahorcar al último rey con las tripas del último fraile”.  Sin contar con los católicos liberales, tímidos y atolondrados compañeros de ruta de los comunistas.
Para todos ellos Moreno encarna lo que llaman “espíritu de Mayo”.
Como ese falto espíritu de Mayo que se pretende insuflar en la historia argentina, tiene que fundarse en alguna cosa que haya dicho el numen, a cada paso se nos ofrecen gerundianos aforismos, frutos verbales de aquel cerebro prodigioso: Moreno afirmó…  Moreno dijo…  Moreno escribió…
Cuando se cita a Isaías o a San Pablo o a San Agustín, todo orador o escritor solvente, indica el pasaje del Antiguo Testamento, o la Epístola, o el Libro de donde extrajo lo citado.
Pero los que citan a Mariano Moreno, temen darnos esos detalles, no sea que entremos en curiosidad de confrontar la cita y descubramos que proviene de un discurso o arenga que él nunca pronunció (porque la oratoria no era su fuerte) o de un artículo de “La Gaceta”, que otro colega escribió (porque tampoco el periodismo fue su vocación).
Le atribuyen no solamente los artículos más sonoros de La Gaceta, sino hasta la fundación del periódico mismo, lo cual les permite consagrarlo como el “padre del periodismo argentino”´.
Cuando se nos refiere que el miércoles 1º de abril de 1801 apareció en Buenos Aires el “Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiógrafo del Río de la Plata”, nuestro primer periódico impreso, fundado por el abogado español Francisco Antonio Cabello y Mesa, su Director hasta fines de 1802, creemos que es verdad, porque tenemos la referencia de personas responsables, que han investigado el punto y escriben de primera mano, en excelente prosa castellana, limpia de afeites sin oquedades ni ditirambos. (2)
Y sacamos en limpio que ése es el primer periódico argentino, aunque fuese fundado por un español.
Si en la misma obra hallamos que el 1º de setiembre de 1802 apareció el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”, de Juan Hipólito Vieytes, que lo dirigió hasta su último número el 11 de febrero de 1807, debemos creer que ése es el segundo periódico fundado en Buenos Aires y que Vieytes fue el primer periodista argentino.
Otra noticia recogemos en la obra de Rivera y Quintana, digna de entera fe, por lo concienzudo de la investigación, a mil leguas de esos refritos que nos descorazonan en otros libros, copias de copias, plagadas cada vez más de errores.
Tal noticia es que el Virrey Cisneros fundó un nuevo periódico con el título de “Correo de Comercio”, que empezó a publicarse el 3 de marzo de 1810, bajo la dirección de Manuel Belgrano y duró hasta el 6 de abril de 1811.  Fueron sus principales redactores, Belgrano y Vieytes.
El Correo de Comercio vivió diez meses bajo el gobierno de la Junta de Mayo, más tiempo, que bajo el gobierno del Virrey.  No puede negarse que fue un periódico argentino, reconocido y hasta elogiado por la Junta de Mayo en el decreto de fundación de la Gazeta.
Hasta aquí estamos seguros de lo que se nos relata.
Desgraciadamente la obra de Rivera y Quintana termina ahí, porque su propósito ha sido historiar solamente el periodismo colonial.  El acierto con que lo ha realizado nos hace lamentar que no alcanzara a cubrir por lo menos el período de la Independencia.
Con su información intergiversable hubiera hecho imposible el nacimiento del nuevo dogma, que quieren imponernos, de que Mariano Moreno fue el primer periodista argentino, Fundador y Director de la Gazeta de Buenos Aires, nuestro primer periódico.
Dicho dogma, echado a rodar hace un siglo y medio por Manuel Moreno, pero nunca tomado verdaderamente en serio, se ha consolidado gracias a que lo ha prohijado el Círculo de la Prensa de Buenos Aires, entronizando en su sala de honor un gran retrato del numen, a quien se le declara padre de los periodistas argentinos.
Con esto sólo, sin ningún argumento, debemos acatarlo.
Negarlo es hoy una herejía tan grave como aquella otra que hace veinte años causó tanta alharaca en el cotarro, cuando afirmamos que Mariano Moreno no fue el fundador de la Biblioteca Nacional.
Pues bien, pese al retrato y sin temor a la nueva excomunión que nos arrojarán, declaramos que eso también es falso.  Para probar la falsedad nos basta echar un vistazo al decreto del 2 de junio de 1810, por el cual el primer gobierno patrio dispuso fundar un periódico oficial.  Es claro que si había de ser oficial, no podía ser resolución de un particular.
En sus considerandos dice la Junta: “El Pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes…  Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos-Ayres, el cual sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el Semanario de Comercio (el Correo de Comercio) anuncie al público las noticias exteriores e interiores que deban mirarse con algún interés.
“En él se manifestarán igualmente las discusiones oficiales de la Junta con los demás Jefes y Gobiernos y el estado de la real Hacienda.
“La Junta, a más de incitar a los sabios de estas Provincias para que escriban sobre tan importantes objetos, los estimulará por otros medios que les descubran la confianza que pone en sus luces y en su celo.
“Todos los escritos relativos a este recomendable fin, se dirigirán al señor Vocal, Dr. D. Manuel Alberti, quien cuidará privativamente de este ramo, agregándose por la secretaría las noticias oficiales”. (3)
Se establecen, pues, tres puntos: 1º) que fue la Junta de Mayo la fundadora de la Gazeta; 2º) que se trataba de un periódico oficial, nuevo, es decir: no prohijaba un periódico fundado antes por nadie; 3º) que lo ponía bajo la dirección del Vocal, Dr. Dn. Manuel Alberti, quien cuidaría privativamente de este asunto y a quien se le dirigirían todos los escritos.  Así pues, ningún colaborador (de los que la Junta invitaba a escribir) se manejaría por su cuenta, sino que le enviaría a él sus colaboraciones.
En aquellos tiempos no se estilaba llamar director al Jefe de un diario, pero sin llamarlo de ningún modo se fijan sus atribuciones, que ejercería privativamente.
Según el Diccionario de la Real Academia Española y según el sentido de la lengua que todos poseemos, (más o menos) el adverbio privativamente significa “con exclusión de todos los demás”.
¿Y qué papel tenía Moreno, cuyo solemne retrato decora hoy el Círculo de la Prensa como padre del periodismo argentino?
¡Ninguno! El decreto no lo alude en ninguna forma.
En cambio la Junta, que no lo reconoce fundador, ni lo nombra director del periódico, lo designa luego, en otro documento, redactor, en compañía de Castelli y de Belgrano.
Como la redacción de la Gazeta era anónima y todos los artículos se publicaban sin la firma del autor, es imposible saber quién los escribió.
Los señores panegiristas, que desde hace cuatro o cinco años nos recuerdan casi diariamente que hay que honrar a Moreno como a Fundador y primer Director de la Gazeta no ignoran este decreto, pues mencionan la fecha de su publicación, 7 de junio, y han hecho declarar tal fecha como “Día del periodismo”, que cada año todos los diarios del país solemnizarán absteniéndose de aparecer.
Si a pesar de conocer el decreto continúan sosteniendo la anterior falsedad violan a sabiendas la primera ley de la Historia, según el Pontífice León XIII, que encerró en afortunada síntesis el precepto de Cicerón.  La hemos impreso en la cubierta de este libro y no queremos volver a imprimirla aquí porque abochorna; pero ellos deben volver a leerla porque es saludable.
Han violado también la ley natural de dar a cada uno lo que le corresponde, que en derecho romano se expresa con este aforismo: suum quique tribuere.
Nuestra ley civil no autoriza la averiguación de quién sea el padre carnal de una criatura.  Pero en nuestro caso, sin andar en búsquedas prohibidas, surge por sí sola esta verdad: el verdadero padre del periodismo argentino es Vieytes que había fundado en 1802 el Semanario de Agricultura, publicado hasta 1807.
Pudiera discutirle el honroso título de padre de nuestro periodismo aquel abogado español, fundador del telégrafo Mercantil en 1801, el primer periódico impreso en el Río de la Plata; pero si hemos de referirnos solamente a periodistas argentinos, a nadie, ni siquiera a Belgrano, que colaboró en el Telégrafo en 1801, le corresponde ese honor.
Sin embargo, el retrato de Vieytes no figura en ninguno de los lugares en que se honra al padre del periodismo argentino.
Le han arrebatado esa paternidad para atribuírselo al imaginario fundador de la Gazeta de Buenos-Ayres, que ni la fundó ni la dirigió ni apenas colaboró en ella.
Algunos historiadores, advirtiendo lo absurdo de sostener esta pretendida hazaña de Moreno, se retiran a posiciones menos comprometidas y se contentan con afirmar que fue “el alma de la Gazeta”.
Las diversas metempsicosis del prócer, que unas veces se encarna aquí, otras allá, y siempre es el alma de algo insigne, son fabulosas y además inverosímiles.
Se dice que una persona es el alma de alguna institución, cuando concentra en sí toda o casi toda la labor y supera y desborda con su propia actividad la acción de sus colaboradores.
¿Hizo esto Moreno en la Gazeta?
Veámoslo con cifras escuetas, pero elocuentes.
Desde el 7 de junio de 1810, en que apareció por primera vez hasta el 12 de setiembre de 1821, en que la suprimió Rivadavia, publicáronse 810 números.
Ajustando más el cálculo:
Desde el 7 de junio de 1810, hasta el 17 de diciembre del mismo año, fecha más allá de la cual no hay que pensar que escribiera nada, pues preparaba su viaje a Europa, se publicaron 29 números ordinarios, 23 extraordinarios y 3 suplementos.
Estos 55 números contienen 209 artículos, de los que su hermano Manuel, que conocía a su personaje, sólo ha recogido 2, como de su redacción.  (Ya demostraremos que uno de esos artículos fue de Belgrano).  El doctor Piñero, que no lo conocía, le atribuye 19, pero sin explicarnos en qué se apoya, pues aparecieron sin firma de autor.
Si mientras vivió, colaboró tan poco, es seguro que después de muerto no mejoró su aporte; a menos que se diga que durante doce años envió a la Gazeta sus artículos de ultratumba por intermedio de una mesita de tres patas.  ¡Era tan sobrehumana la actividad de este hombre!
Pero nuestros católicos abuelos no eran dados al espiritismo.
Y de este parsimonioso redactor, de quien no se sabe de cierto que escribiera casi nada, vienen a decirnos que fue el alma, etc.
Si éstos que tal cosa propalan fueran de verdad periodistas y leyeran lo que con seguridad sabemos que fue labor de aquella pluma, comprobarían que no hay estilo menos periodístico.
Ampuloso, aburrido, de penosa sintaxis y mechado de citas clásicas, entremezcladas con alusiones pueriles y fanfarronadas de chisperos, no merecía ciertamente el honor que ha logrado, de figurar en algunas antologías de clásicos argentinos.
En prueba de que no exageramos, he aquí algunas perlas tomadas de una Orden de la Junta, sobre “ruptura de hostilidades con Montevideo”, fechada el 13 de agosto del mismo año, que lleva solamente las firmas de Saavedra y de Moreno.
La paternidad del prócer sobre esta pieza es más segura que la de cualquiera de los artículos de la Gazeta que le atribuyen.  Por lo menos en ella está su firma.
Véanse algunos pasajes.
Arrumacos a Fernando VII
“La Capital había jurado solemnemente la fidelidad a su amado monarca el Sr. Dn. Fernando VII y la guarda constante de sus augustos derechos, y desafía al mundo entero a que se descubra en su conducta un solo acto capaz de comprometer la pureza de su fidelidad…”.
Es el tono meloso y a la vez pendenciero de la Representación de los Hacendados en que también se desafía al mundo a que se busque en los criollos señales de vacilación en su fidelidad.
Pedantismo clásico
“Haber visto renovada la mediación de Filipo.”
“La república, dice Cicerón en la oración 47 por Sextio, etc.”
Grotesco
“Aunque se perdiere la esperanza de repetir las campañas en el café de Marcos, se embarcarían en su buque, bien provistos de municiones de boca.”
Risible
“La misma campaña que su inexperiencia cubrió de nuestros cadáveres en el ataque de los ingleses…”. (4)
Que Moreno hable de nuestros muertos, refiriéndose a los valientes criollos que murieron en las invasiones inglesas, se pasa de cómico, porque su cadáver siguió viviendo lejos de los campos de batalla, donde caían cadáveres ajenos.
Nada sería que los panegiristas se hubieran inventado este semidios para su uso privado.  Lo intolerable es que habiéndose apoderado de la dirección de la enseñanza de todo el país, obliguen a nuestros escolares a absorber todo ese viento, para que en el 7 de junio de cada año, tengan que volver los chicos desesperados a sus casas a pedir a sus padres que les ayuden a fraguar un deber enalteciendo al Fundador de la Gazeta, al Fundador de la Biblioteca Nacional, al Fundador de la democracia, al Padre del periodismo argentino…
Esta labor pertinaz de adulteración de la historia tiene aspectos cómicos, porque no es empresa lucida ni fácil inflar a un prócer; pero también los tiene tristes.
Volvemos a decirlo, poco o nada nos importaría la vida fabulosa de Mariano Moreno, si no fuera que le han imaginado con el propósito inconfesable de socavar los cimientos católicos de nuestra patria, fundada, como toda nación de origen hispánico, en la verdad, en la Jerarquía y en la libertad.
En otras palabras: en la religión católica, en el ordenamiento social y en la voluntad de vivir libres, conforme a tradiciones seculares, valiéndonos de las fuerzas armadas para mantener todo eso que es lo mejor de la historia argentina, continuación de la historia de España.
Al aprovecharse del jacobinismo frenético, si bien postizo, de Mariano Moreno para convertirlo en precursor, pretenden dar a este sentimiento carácter de cosa venerable, haciéndolo arrancar nada menos que de las entrañas de la Junta de Mayo.
Algunos han caído de buena fe en esta conjuración antinacional.  No lo dudamos y para ellos escribimos.
Además con esta fábula quieren borrar o por lo menos retacear la gloria de los verdaderos próceres de Mayo.
Si uno solo de ellos es el gran obrero, el numen, el pensamiento, el alma de aquella revolución ¿qué les queda a los demás?  Ser unos fantoches, que él manejó, y que si de algo sirvieron fue porque se dejaron manejar por él.  El en los siete u ocho meses que vivió después del 25 de Mayo, les dio “el puntapié inicial” y ellos siguieron rodando por la historia, conforme a la dirección que él les imprimió.
“Puntapié inicial” que a 200 años de distancia se nos quiere imprimir también a nosotros, que ya no estudiamos la historia en los libros de esos señores.
Contra esa pertinaz falsificación, que es al mismo tiempo una defraudación a nuestros héroes y una desfiguración de la fisonomía de la patria, hemos escrito y si Dios nos da vida seguiremos escribiendo.
Mariano Moreno, más que el padre del periodismo argentino, es el hijo del periodismo liberal, que lo ha inventado, lo ha canonizado y lo ha entregado a la adoración de los que no creen en Dios, pero creen en estos semidioses de papel.”