viernes, 3 de febrero de 2012

LA MENTIRA DE LA NOCHE DE LOS LAPICES


“La noche de los lápices”, dogma setentista ineludiblemente conmemorado en los ámbitos educativos año tras año, es dable entonces efectuar un riguroso análisis que al tiempo que nos aleje de la estrafalaria historieta, nos aproxime a la verdad histórica.
En efecto, el mito  de un simpático grupo de inquietos adolescentes que bregaban por una inocente y solidaria rebaja del boleto estudiantil, siendo sus travesuras más osadas dejarse el pelo largo y pronunciar consignas a favor de los pobres.
Por estas y no otras razones, los intolerantes militares los secuestraron, torturaron y por último los mataron a todos menos a uno de ellos, Pablo Díaz, quien sobrevivió para luego contarnos a nosotros lo presuntamente ocurrido. Con este maniqueísmo desmesurado y rayano en lo grotesco, el filme de Olivera se constituyó en un clásico del cine argentino, sin que prácticamente nadie se atreviera a contrastarlo.
Vale destacar que el peso específico del mito de tal envergadura, que además de proyectarse la cinta de La noche de los lápices en todos los institutos educativos todos los 16 de septiembre (día en que hipotéticamente sucedieron estos hechos), increíblemente la legislación nos impone: “Instrúyase en la provincia de Buenos Aires el 16 de septiembre de 1976 como día de los derechos del estudiante Secundario”.
Asimismo para esta fecha los alumnos deberán practicar con sus profesores extensos “debates” (que de debates no tienen nada puesto que hay un discurso único e incuestionable) y charlas referidas al acontecimiento. Inclusive existe una canción alusiva compuesta por el cantautor canario Rogelio Botanz, que entre otros desvaríos dice: “Desde entonces, saco punta a la memoria, con crayones, a colores, te dibujo una canción, que es un corazón con su flechita y Claudia y Pablo, a cada lado, para siempre un mismo amor. Claudia, sabrás… desde entonces San Silvestre es el patrón de recordar y cada noche de los lápices escribe una vez más en la cola de un cometa: ‘DONDE ESTÁN?’”. No debiera extrañarnos si el extravagante “Piti” Álvarez o los rústicos “Pibes Chorros” en su próximo single lucran también con la memoria de “los chicos de la noche de los lápices”. ¡El setentismo es un mercado de infinitas posibilidades!
Empero, lo cierto es que la versión oficial de La noche de los lápices se asemeja más a una novela del galán Pablo Echarri que a un suceso histórico. En rigor, al parecer ni Pablo Díaz fue el único sobreviviente, ni el grupo de estudiantes que fueran detenidos por las fuerzas del orden eran muchachos inofensivos que tan sólo pedían una rebaja en el boleto estudiantil.
Miles y miles de jóvenes participaron de aquellas manifestaciones que tuvieron lugar un año antes de las detenciones (en 1975), por lo que resulta absurdo creer que las Fuerzas Armadas y sus aceitados aparatos de inteligencia hayan podido detectar a tan sólo diez de ellos y con un año de dilación. Entonces es dable preguntarse: ¿Por qué algunos fueron detenidos y otros no? ¿La lucha por el boleto estudiantil, como reza el mito, fue la causa del trágico destino de estos jóvenes?
Con destacable honestidad y efectuando un homenaje respetuoso a su hermana caída en la guerra revolucionaria, más precisamente en el hecho que estamos analizando, el ex montonero Jorge Falcone (hermano de María Claudia, la co-protagonista del filme), señala que: “Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto estudiantil. Ella era toda una militante convencida […]. Ni María Claudia ni yo militábamos por moda. Nuestra casa fue una escuela de lucha. […] La construcción ideológica de María Falcone y de quien les habla no fue libresca. […] Nadie nos usó ni nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera…fuimos a la conquista de la vida o la muerte”.
Dejando constancia de las razones reales de la detención de su hermana, Jorge Falcone agrega que “en el departamento donde cayó mi hermana se guardaba el arsenal de la UES de La Plata. Mi hermana no cayó solamente por el boleto secundario… La compañera María Clara era su responsable. No se agarraron a los tiros con el pelotón que las fue a buscar por no hacer mierda a los vecinos en un edificio de departamentos. No porque no querían o no podían”.
El ex guerrillero adiciona también una anécdota importante sobre el estreno del falsario filme: “Cuando se dio la película, yo fui llevado en andas con Pablo Díaz, el sobreviviente, del cine al Obelisco. Allí dije que mi hermana estaba en la clandestinidad con documento trucho, que respondía a una orgánica nacional revolucionaria. Eso puso a todos nerviosos. No querían escuchar esas cosas”. Finalmente, por si dudas quedaran, Falcone sentencia: “Mi hermana no era una Caperucita Roja a la que se tragó el lobo […]. Era una militante revolucionaria. […] Era miliciana. El miliciano era un tipo que podía revolear una molotov en un acto relámpago… También podían hacer una acción de apoyo a un acto militar de mayor envergadura”. Y al respecto, ejemplifica: “Como cuando participamos en una serie de actos relámpago que sirvieron de cerco (nos enteramos después) en agosto del `75 para el hundimiento de la Fragata Santísima Trinidad”.  ¿No sería más lógico pensar que Claudia pudo haber sido detenida por haber participado de este atentado terrorista y por poseer en su hogar un arsenal de guerra de la UES en lugar de ser perseguida por una insulsa manifestación estudiantil?
El 15 de septiembre de 1998 el diario de tendencia marxista Página 12 sorprendía a todos haciendo un reportaje a Emilce Moler, una de las “jóvenes sensibles” vinculadas a los sucesos de La noche de los lápices. La nota fue relevante principalmente porque quedaba en evidencia la falacia de que Pablo Díaz era el único sobreviviente, puesto que Moler dejaba constancia de que Gustavo Calloti (otro de los involucrados) vive en Francia y otra joven también protagonista del hecho, Patricia Miranda, en La Plata.
Por otro lado, la reporteada explicaba que “no fue exclusivamente la lucha por el boleto, eso era un objetivo superfluo que fue utilizado buscando reivindicar la militancia. […] No creo que a mí me detuvieran por el boleto. La lucha fue en el año 75, además no secuestraron a miles de estudiantes que participaban en ella”.
En otro medio gráfico, Moler denuncia que “en la sociedad quedó instalado que había sido la marcha por el boleto estudiantil, pero el problema era que militábamos y con eso relaciono nuestra detención”.
Es necesario destacar que cuando la entrevistada habla de militar, se refiere a militancia en la UES, es decir, en una fachada del terrorismo montonero. Prosigue Moler: “El boleto había sido un motivo claro para organizarnos, pero ocurrió en el `75. Fue mucho antes de nuestras detenciones”. Sobre la cantidad de sobrevivientes, expresa contundente: “Siempre fui fiel al relato de que éramos cuatro los sobrevivientes”. En lo que respecta al supuesto único sobreviviente Pablo Díaz, presentado en el embustero filme como un cariñoso adolescente de inmaculados sentimientos, en rigor de verdad formaba parte del aparato terrorista del PRT-ERP, ya que “militaba en el Frente Estudiantil de la subversión de la JG (Juventud Guevarista), rama que englobaba activistas del PRT-ERP inscriptos en institutos educacionales, de donde se extrajeron primordialmente renovadas camadas terroristas.
Fue de esa militancia castro-guevarista (es decir marxista-leninista) nunca desmentida y ahora reafirmada por el propio interesado, que el casi veinteañero Díaz (un poco grande para estudiante secundario) resultó detenido entre 1976 y 1980”. Algunos años después, y ya siendo no tan joven, “Pablo Alejandro Díaz hizo conocer su filiación al grupo terrorista MTP (Movimiento Todos por la Patria), prolongación del ERP, comandado por el asesino Enrique Gorriarán Merlo, que en 1989 asesinara a diez soldados e hiriera y mutilara a otros sesenta durante el ataque terrorista al Regimiento 3 de Infantería Mecanizado ‘General Belgrano, en La Tablada”.
Las pruebas están a la vista y son brindadas por los propios protagonistas del difundido suceso: la historia oficial de La noche de los lápices no es más que una patraña, una total y completa ficción. En efecto, miente cuando dice que hubo un solo sobreviviente, dado que cuatro de los implicados, para la dicha popular, viven según quedó documentado; y miente cuando sostiene que fueron perseguidos tan sólo por “bregar por el boleto estudiantil”, cuando sus propios protagonistas afirman lo contrario: fueron detenidos por formar parte de estructuras vinculadas al terrorismo subversivo.
A efectos de evitar malas interpretaciones por parte del lector, vale aclarar que  los métodos para combatir al terrorismo fueron insitados por el peronismo en democracia (con la Triple A primero y con los decretos de aniquilamiento después) y que continuaron empleando las Fuerzas Armadas luego de marzo de 1976.
La falaz versión oficial de “La noche de los lápices”, lejos de ser un aporte a la memoria de los caídos en el acontecimiento, no constituye más que una grotesca burla y rotunda falta de respeto(SEGÚN ALLEGADOS A LOS PROPIOS PROTAGONISTAS) contra estos jóvenes combatientes que cayeron en la guerra revolucionaria que sus organizaciones guerrilleras le declararon al pueblo argentino en los años `70.

A.L.A.