viernes, 3 de febrero de 2012

EL ESPIRITU MILITAR


Hay que tener muy en cuenta que todo aquello que se ama, aunque se lo sienta profundamente, debe ser abonado en forma permanente, tal y como hacemos con los seres que amamos. Allí, en primer lugar está la Patria, nuestra Institución, el elemento del que formamos parte y el grupo humano que nos toca integrar o comandar. Con ese objeto, en forma institucional se alientan todas las iniciativas que apunten a proporcionar un mayor calor y vida a las diversas organizaciones que integran la Institución. Entre ellas, podemos mencionar diversas y variadas formas de actividades de mantenimiento de la moral, que aún ejecutadas en los más bajos niveles de la conducción, contribuyen a unir al personal, a levantar los espíritus y a proporcionar la vida que deben irradiar hacia sus hombres y mujeres, para que estos retroalimenten a aquellas organizaciones. También se encuentran las Comisiones de las Armas, Especialidades, Servicios y Tropas Técnicas que colaboran con la conducción de la Fuerza a través de la realización de diversos eventos, tales como la celebración anual del día del Arma, organización de torneos deportivos y de carácter técnico profesional, etc. No podemos dejar de mencionar la forma en que el noble Servicio de Banda contribuye, con su música de marciales sones, a levantar la moral y el espíritu del soldado. ¿A quién no se le pone la piel de gallina con un profundo toque de Silencio o con una jubilosa Diana?

Todavía, a casi cuarenta años de haberlo experimentado recuerdo los días en que, siendo cadete, marchábamos al Salón de Actos del Colegio Militar de la Nación a escuchar los conciertos que nos ofrecía nuestra soberbia Banda de Música. Allí, el Maestro de Banda, vestido de especial y con su batuta en alto, presidía al numeroso conjunto de ejecutantes que dirigía. Al comenzar el concierto, normalmente como una forma de contribuir a aumentar los conocimientos de música clásica y popular del Cuerpo de Cadetes, ejecutaba una larga serie de melodías de uno y otro tipo. La masa de los cadetes participaba con cierta unción del acto, escuchando atentamente (algunos también aprovechando para recuperar horas de sueño perdidas). Normalmente una suerte de maestro de ceremonias, integrante de la Banda , anunciaba los temas a ejecutar, obteniendo, cuando de aquellos se trataba, una no muy entusiasta respuesta. Casi siempre, el hábil Maestro de Banda, reservaba la marcha del Colegio Militar de la Nación , San Lorenzo y otras de las más vibrantes y alegres del repertorio musical militar para el final. Aquí se generaba un estruendo de contrapuntos: las masculinas voces que, casi aullando, cantaban las canciones o estribillos de cada Arma. ¡Daba gusto entonces, ver y sentir una suerte de corriente que electrizaba a ese público hasta entonces adormilado, haciéndolo poner de pie y cantar a voz en cuello las piezas referidas! Cabría aquí reseñar, brevemente, la historia de esta marcha y sacar algunas conjeturas en cuanto a lo que determina en el hombre militar el escuchar los sones de una banda ejecutando una marcha como la de San Lorenzo. Veamos un poco:

Corrían los primeros años de este siglo. La localidad de San Lorenzo, Provincia de Santa Fe, escenario del bautismo de fuego del glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín”, se preparaba para homenajear a un ilustre militar argentino, el General D Pablo Riccheri, oriundo del mismo pueblo, y por entonces brillante Ministro de Guerra. Desde varios años antes, Cayetano Silva, un humilde negro uruguayo hijo de esclavos, compositor y veterano de las guerras que ensombrecieron nuestro horizonte nacional de fines del siglo, esperaba con ansiedad un momento especial. Deseaba presentar en forma pública una composición musical militar que lo había mantenido ocupado desde varios años atrás. La ocasión se presentó junto con el evento para el que se preparaba el pueblito santafesino, el 30 de octubre de 1902. Cayetano se había esmerado en pulir especialmente los acordes musicales, tratando de imprimirle una vibrante marcialidad. El acto se celebró con toda la típica pompa pueblerina. La ejecución de la marcha no solamente entusiasmó y emocionó a los circunstantes, sino que el director tuvo que repetirla varias veces. Tal fue la forma en que llegó a los corazones de la ciudadanía presente y a los de muchos veteranos de rostros curtidos, haciendo resbalarles gruesas lágrimas de emoción.

La marcha fue de inmediato incorporada al repertorio de ese nuestro Ejército que estaba, junto con el resto de la Nación toda, levantándose ante los ojos del mundo como una institución modelo al servicio de una joven, pujante y vigorosa República. Sus notas, seis años más tarde, fueron acompañadas de una letra de inspiradas estrofas, compuestas por Carlos Javier Benielli. Así, se convirtió en un clásico de los desfiles militares, las retretas en las plazas públicas y en todos los cuarteles del Ejército y la Armada. Pero no está sólo en la referencia a su origen lo curioso de esta nota, sino en otros aspectos que tal vez no sean del conocimiento de todos nuestros lectores. Al escucharse casualmente en Alemania, fue tal el entusiasmo que despertó en sus autoridades y pueblo, que nuestro gobierno decidió donarla al Ejército Imperial Alemán. Recordemos que por entonces, el nuestro era objeto de una gran influencia por parte de aquel. Ésta se observaba en las actividades de intercambio, la presencia de instructores alemanes, cursantes argentinos en Alemania, compra de armamentos, etc. El gobierno alemán correspondió al noble gesto argentino obsequiándonos una marcha de gran sentimiento en nuestro repertorio: “Viejos Camaradas”.

Pero lo relatado no es todo. Esta hermosa pieza musical, compuesta por un humilde mulato, fue la que ejecutó la tropa invasora alemana cuando desfiló bajo el Arco del Triunfo, a su entrada en París en plena IIda Guerra Mundial, guiada por el ideal de imponer la “superioridad” de la raza aria. Y no termina allí el anecdotario. También fue ejecutada en la coronación del rey Jorge V, en Inglaterra, siendo desde entonces una marcha oficial británica. Alemanes e ingleses, enemigos irreconciliables durante mucho tiempo la han considerado (y consideran), incomparable. Juzgan, tal como lo hacemos nosotros, que jamás marcha alguna pudo describir tan acertada, y patéticamente, una batalla... Y el resto de la historia ya la conocemos ¿No es una gran paradoja? Pero no son sólo estas las manifestaciones del Espíritu Militar, ni tampoco las más salientes. Cabría agregar también, la forma en que ese espíritu se muestra en toda su magnitud, en actos o ceremonias especiales como la Jura de la Bandera , desfiles para fechas patrias y otros tipos de eventos semejantes. Quedaría por mencionar también la forma en que fórmulas, lemas, dichos, motes, brindis, rítmicos cantos de combate y otras exteriorizaciones semejantes iluminan transpirados y cansados rostros, aún luego de las más duras faenas de instrucción. Entre las más conocidas, podemos citar:

• La fórmula clásica del Juramento a la Bandera : ...Soldados, ¿Juráis a la Patria seguir constantemente a su Bandera y defenderla hasta perder la vida? Y la respuesta incontenible, estentórea, única del ¡Sí, Juro! • El reclamo de subordinación: ¡Subordinación y Valor!, contestado igualmente por un explosivo ¡Para defender a la Patria! • El lema institucional característico: Ejército Argentino. Nació con la Patria en Mayo de 1810 . • Los lemas tradicionales y característicos, tales como: • La montaña nos une (Montañeses). • ¡Dios y Patria o Muerte! (Comandos). • Con el cuerpo confiado en la tela, puesta el alma en las manos de Dios (Paracaidistas). • ¡Paracaidistas! ¡Siempre! • Rodillas negras (Tropas de monte, particularmente las integrantes del RI Mte 28 “TENIENTE CORONEL JUANA AZURDUY”.

... y tantos otros, que acompañan brindis, adornan estandartes y escudos, se pronuncian en arengas, se cantan durante las marchas al regreso de instrucción, aparecen en carteles en las entradas de cuarteles y diversas instalaciones, simbolizando el Espíritu Militar que sienten quienes los ostentan o pronuncian. Veamos, por ejemplo, cómo simples gestos o actitudes que se pueden tener durante un brindis, vuelcan una desbordante demostración de espíritu militar.
El Espíritu militar, a través de muchas exteriorizaciones de las que hemos relatado sólo algunos ejemplos, viene a ser en definitiva, el alma de las tropas. Sin él, un soldado, al decir del pensador militar francés André Gavet, sólo sería un “portagalones”. Sin él, las organizaciones militares se verían resumidas a simples cuerpos dotados de vida pero sin razón de ser, carentes del idealismo que arrastra, que empuja y anima desde ésta y no sólo desde el músculo. Combatientes que en nombre de valores como el profesionalismo, el tecnicismo u otros, se asemejarían más a bandas de mercenarios que a verdaderos centuriones, orgullosos de formar las legiones que defienden un ideal, una causa, un suelo, y el alma de un pueblo. Al respecto, Don José Ortega y Gasset, nos refiere desde su obra “España Invertebrada”:
“Un pueblo debe sentir su honor vinculado a su ejército no por ser el instrumento con que puede castigar las ofensas que otra nación le infiera; éste es un honor externo, vano, hacia fuera. Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su ejército mide con pasmosaexactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales.”