viernes, 3 de febrero de 2012

FEDERICO LELOIR,OTRA GLORIA DE LA MEDICINA ARGENTINA


Pocos hallazgos han tenido tanto impacto sobre la investigación bioquímica. Su labor y la que él supo inspirarnos brindaron un conocimiento real en el amplio campo de la bioquímica, donde anteriormente teníamos que conformarnos con vagas hipótesis. Una serie extraordinaria de descubrimientos cuyos méritos han revolucionado ahora nuestros conocimientos". Estos fueron parte de los fundamentos de la Real Academia de Ciencias de Suecia al concederle el Premio Nobel de Bioquímica en 1970 al médico argentino Luis Federico Leloir.Pero... ¿qué hizo? Ya anteriormente, mientras trabajaba en el Instituto de Bernardo Houssay, contribuyó a aclarar los mecanismos de la hipertensión arterial o el de la oxidación de los ácidos grasos. Más adelante, en 1948, junto con Carlos Cardini, Ranwel Caputo, Raúl Trucco y Alejandro Peladini, trabajó en el entonces joven Instituto de Investigaciones Bioquímicas - Fundación Campomar-, buscando aclarar la transformación de la galactosa (uno de los componentes del azúcar de la leche) en derivado de la glucosa, encontró que para que esta se produjera era necesario un factor cuya estructura estudió y aclaró. Esta substancia resultó ser también un derivado de la glucosa, pero de un nuevo tipo desconocido hasta entonces. En ella, la glucosa está combinada de tal forma que contiene la energía necesaria para reaccionar en el medio celular con muchos otros compuestos, dando lugar a moléculas fundamentales para la viabilización de mecanismos indispensables para la vida. El compuesto descubierto era la uridina-difosfato-glucosa o UDPG. Es interesante recordar que la mitad del UDPG es la uridina fosforilada, uno de los ladrillos conocidos como nucleóticos con los que los organismos vivos construyen el ácido ribonucleico, necesario para los mecanismos de transferencia genética.La mitad de la molécula del UDPG, la uridina- difosfato, actúa en muchos casos como un carro que transporta a la otras mitad, la glucosas, para que se combine con otras sustancias. Con el UDPG u otros nucleóticos azúcares, descubiertos más tarde, se pudo aclarar cómo se generan las substancias que actúan como reservas energéticas. Estas suelen estar constituidas por muchos miles de glucosas combinadas, conocidas como glucógeno, la que se encuentra en el hígado, cerebro, músculo y otros órganos de animales o como almidón en las plantas. Por un camino similar, estas mismas plantas sintetizan la celulosa, principal componente de la madera y de la hoja de papel en la que usted, lector, está leyendo.Los insectos también sintetizan en forma similar quitina, constituyentes de su "cáscara externa" o exoesqueleto. Asimismo se pudo aclarar cómo los vegetales producen el azúcar común o sacarosa, que nos sirve para endulzar nuestras comidas y bebidas. Esta navega naturalmente con la savia de las plantas, entre sus diferentes partes, igualmente como lo hace la trehalosa, cuya síntesis aclara el grupo de Leloir y cuya función en los insectos es la misma que cumple la sacarosa en las plantas o la glucosa en el hombre, esto es, como forma de transporte de energía.Volviendo al principio, el camino de transformaciones de la galactosa se conoce como "camino Leloir" y su dilucidación permitió conocer las causas y evitar así la muerte, ceguera o la locura de galactosémicos, enfermos hereditarios que están impedidos de asimilar el azúcar de leche.
Verdaderas cédulas de identidadEl conocimiento de los nucleóticos azúcares permitió al mismo Leloir y a sus colaboradores investigar, ya en la década del 70, cómo se produce otra familia de compuestos, conocidos como glicoproteínas, productos de la combinación de azúcares complejos y proteínas.La importancia de sus funciones puede comprenderse mejor si señalamos que las glicoproteínas contenidas en la superficie celular tienen su azúcar en el lado externo, sirviendo éste como cédula de identidad. Así, si se trasplanta un tejido, las células del animal o de la persona que los recibe identifican las células del tejido extraño por los azúcares de las glicoproteínas de su superficie. Si no son como las propias, se pone en marcha el mecanismo inmunitario de rechazo.También son glicoproteínas los lugares de las células conocidos como receptores, los que como tales son reconocidos o no por bacterias o virus. En caso afirmativo, éstos se fijan, penetran e infectan a las especies sensibles, y es por ello que virus que atacan a ciertos animales suelen ser inocuos para el hombre o viceversa. También el espermatozoide reconoce al óvulo, al que se unirá para dar lugar a la célula huevo, por la parte del azúcar de las glicoproteínas de superficie de ambos y el funcionamiento adecuado de dichos azúcares glicoproteicos dará lugar a que las células originadas a partir de la célula huevo se diferencien en los órganos que constituirán el nuevo ser.Podemos seguir comentando para tener idea de la transcendencia del trabajo de Leloir, que existen evidencias de que las alteraciones en los azúcares de las glicoproteínas acompañan la aparición de células tumorales o metástasis, en algunos casos por problemas de concentración de nucleóticos azúcares o las enzimas que actúan sobre ellos.El campo del saber básico se construye con el trabajo de todos los investigadores que haciendo aporte originales, como si fueran ladrillos, van construyendo el edificio de la cultura científica. El aporte de Leloir fue el de muchos ladrillos sólidos y fundamentales.