viernes, 3 de febrero de 2012

EL SABLE COMO SIMBOLO DE MANDO


El sable y la espada han sido desde siempre las armas utilizadas en combate cuerpo a cuerpo. Cierto es que también hubo dagas, alfanjes, machetes, y otras armas blancas de variadísimas formas, dependiendo en todos los casos, de las culturas practicadas en los lugares en que se empleaban.
Cuando el avance de la tecnología dio a éstas, paso a retiro obligatorio, permitió que algunas quedaran en uso como símbolos del mando de los oficiales. Esa distinción, en nuestras Fuerzas Armadas y muchas otras, también se trasladó con el tiempo a los suboficiales superiores por entenderse que tras muchos años de servicio se encontraban en condiciones de desempeñar funciones inherentes a los oficiales más jóvenes.
A principios del siglo XX, más concretamente en 1910, el Ejército Argentino adoptó el sable de oficial que hoy conocemos, luego de usar por varios años otros diseñados específicamente como armas, más pesados y aparatosos y consecuentemente, extemporáneos.
Desde el nacimiento del Ejército, sin embargo, la tropa (suboficiales y soldados), usaban modelos de fabricación en serie. Los oficiales, en cambio, usaban armas de su elección y adquisición personal, siendo tal vez los más conocidos y de historias singulares, los empleados por San Martín, Belgrano y otros próceres nuestros. El primero, fue comprado en Londres, durante la breve estadía que hiciera allí el futuro Libertador, luego de abandonar el ejército peninsular y decidir consagrarse a la Libertad de América, su tierra.

El sable de los oficiales argentinos es de estilo alemán, y desde su misma adopción, se lo tomó para fines simbólicos y ceremoniales, como una forma de identificar en ellos al símbolo del mando que detentaban. Había dos versiones más: una con forma de estoque, de hoja de sección triangular, recta y de unos 50 cm. de largo. Su vaina de acero pavonado disponía de dos argollas para dejar colgar al costado izquierdo por sendos tiros. Sin guardamanos, su empuñadura, era igual o muy parecida al actual.
También y en forma posterior, apareció el couteaux (pronúnciese “cutó”), que suspendido con un tahalí, tenía una hoja del mismo tipo que la versión larga, pero recta y corta, más apta para usar en campaña. Su empuñadura también carecía de guardamano y tenía una dragona con una bellota de cuero color marrón, igual a la que se utilizaba con el sable estoque.
Hacia 1947, los oficiales generales comenzaron a usar una réplica del sable utilizado por el general San Martín. Al mismo tiempo, los cadetes del Colegio Militar de la Nación , fueron provistos de una versión facsimilar y reducida del mismo. Pero estos sables carecerían de valor en sí mismos si no fuera por el significado intrínseco por el que se constituyen en símbolos del mando. No son simples aditamentos de las galas e insignias de quienes los portan, ni tampoco su uso constituye un mero formulismo.

Existen varias versiones sobre el significado de los grabados que lo adornan, pero una de las más fieles, en virtud de la antigüedad que posee quien me lo relatara, proviene de un viejo oficial, que se lo hiciera conocer allá por 1946. El relato pertenece al teniente coronel (R) D Américo Flaiban, egresado ese mismo año. Dice el teniente coronel Flaiban:

‘El 19 de diciembre de 1946, habiéndome recibido como subteniente dos días antes, me dirigí al agasajo que, en homenaje por nuestro egreso y a modo de bienvenida, nos brindaban nuestros camaradas más antiguos en el Círculo Militar de Olivos. Ya allí, próximo al guardarropas, me encontré con un viejo amigo de la casa, el entonces teniente coronel Miguel Ángel Montes, quien tras felicitarme, me presentó a su acompañante, el general D Anacleto Solá, expedicionario al desierto.

‘El viejo militar retuvo mi mano entre las suyas un largo rato. Pude ver en sus ojos la misma emoción que unos días antes había visto en mi abuelo, el sargento mayor expedicionario al desierto Manuel Díaz, que había llegado a ser boletinero en el escuadrón de Ramón Falcón.

‘Yo temía llegar tarde a la demostración que nos esperaba y no pude menos que disculparme y despedirme. ‘Me estaba desenganchando el sable para dejarlo con la gorra y los guantes en el guardarropa cuando el general Solá me preguntó si sabía lo que estaba dejando allí.

‘Un tanto sorprendido le respondí que sí, que era el símbolo de mando de un oficial. De acuerdo 
-me dijo- 
pero ¿sabe Ud. cuál es su significado intrínseco? Ante mi silencio me dio esta explicación:
‘El puño del sable que significa la Verdad tiene acuñado en su pomo el escudo Nacional, hache, en el guardamanos están talladas las mas caras tradiciones nacionales; simbólicamente figura la efigie del Cuzco hasta donde llegaron las armas argentinas llevando la libertad.
‘La curvatura es igual a la del usado por el Libertador de origen morisco y representa el Equilibrio, la Justicia, y la Paz.

‘Este es Marte, dios de la guerra y en su anverso esta la Libertad.
‘ La Dragona tiene una cinta con un lazo corredizo, que como Usted sabe el oficial ciñe a su muñeca cuando desenvaina el sable.
‘Bueno, si extendemos esta cinta, dentro de ella cabe la cabeza de un hombre.
‘Y aquí, en la hoja esta grabada la inscripción "SEAN ETERNOS LOS LAURELES", que son los propósitos de nuestro Himno Nacional.'

‘ 
Mientras yo mostraba mi sorpresa ante tantas cosas que con su explicación tomaban un verdadero y profundo relieve, el General Ricardo Anacleto Solá hizo una breve pausa y después concluyó con estas palabras:
‘Siempre que desenvaines tu sable, empuñando la verdad y teniendo al Escudo Nacional como divisa en defensa de nuestra libertad, aunque te empeñes en la guerra, las más caras y gloriosas tradiciones, te protegerán las manos, tuya será la victoria y eternos serán los laureles. Pero piensa que atado a la muñeca llevas un juramento prendido que te recuerda: MAS VALE MORIR AHORCADO QUE TRAICIONAR A LA PATRIA'.

La traducción simbólica de los elementos del sable se complementa con la advertencia que se les hace a los cadetes cuando, en su investidura, se les entrega la réplica facsimilar del sable del Libertador. Este desde el fondo de la Historia, pareciera decir: ‘No me saques sin razón ni me envaines sin honor'